martes, 21 de febrero de 2017

Antipsicóticos sí, pero no son la panacea.

Muchas personas han compartido conmigo el artículo publicado en El País dónde entrevistan a Peter Gøtzsche, un biólogo, médico e investigador danés (wikipedia) que trabaja realizando metaanalisis para demostrar la efectividad o no de diferentes fármacos.
El titular del periódico no podía ser más polémico: "Los fármacos psiquiátricos nos hacen más daño que bien.  El científico de la Universidad de Copenhague aboga por la reducción drástica del uso de fármacos contra las dolencias psiquiátricas".

Voy a contestar a varias de las afirmaciones de este autor, con muchas discrepo, con otras estoy de acuerdo. Resalto que yo soy una humilde residente de psiquiatría, pero creo que durante mi trabajo y formación en estos tres años puedo refutar algunos de sus argumentos con educación, aún sabiendo que en los próximos años puedo ser yo la que cambie de parecer y pudiera acabar abrazando muchas ideas de este autor. 
Durante la primera parte del artículo el periodista nos habla de la leucotomía y la lobotomía, técnicas hace decadas en desuso y cuya práctica no se plantearía ningún psiquiatra actual. Ya hablé en un artículo del Dr. Moniz y su poco apropiado premio Nobel por la lobotomía. Meter en el mismo nivel de tratamiento a la lobotomía, las sangrías y los antipsicóticos me parece muy desacertado, pues las condiciones de seguridad, de investigación y de evidencia por las que han pasado los distintos antipsicóticos no tienen punto de comparación con las sangrías o las lobotomías.
"El vaciado de los asilos tiene que ver con consideraciones financieras"

Los fármacos antipsicóticos (o neurolépticos) no vaciaron los psiquiátricos, pero tampoco fueron cuestiones económicas, aunque si hay que reconocer que permitieron vivir en sus ambientes de origen con mayor facilidad de manejo por sus familiares. Es mucho más caro que estén en casa con pensiones, pisos tutelados y centros de rehabilitación que en un psiquiatrico hacinados. No se trata de una cuestión económica, sino de derechos humanos y del paciente. La antipsiquiatría fue el movimiento principal que quiso que la enfermedad mental fuera tratada como otras enfermedades y las personas no perdieran todos sus derechos por ello, promoviendo tratar en comunidad y no excluir a las personas. Aislar a una persona por el hecho de tener una enfermedad no tiene cabida en una sociedad desarrollada, siempre hay que apostar en lo posible por medidas integradoras. Si todo lo medimos por beneficios económicos la mayoría de tratamientos médicos e intervenciones sociales no tendrían ningún sentido en ningún tipo de población.

"He llegado a la conclusión de que, muy probablemente, nos iría mucho mejor si no utilizásemos antipsicóticos en absoluto."
 
Los neurolépticos no son la panacea, es cierto que tienen muchos efectos secundarios y algunos incluso puede producir a largo plazo daño neurológico (como la risperidona). Pero a este "investigador" se le ha olvidad mencionar que cuando no existían tratamientos farmacológicos a la esquizofrenia se le llamaba "DEMENCIA PRECOZ", precisamente porque la enfermedad per se produce gran deterioro de capacidades cognitivas y de habilidades sociales en gran parte de los pacientes (que mire un poco lo escrito por Kraepelin y otros psiquiatras previos a los psicofármacos). 
Hay que hacer un uso racional de los antipsicóticos, saber en qué pueden ayudarnos y que síntomas no van a mejorar por mucho que subamos la dosis. Hay que disminuir las dosis lo antes posible para que no interfieran en el día a día del paciente. Pero erradicar el uso de antipsicóticos es una utopía y una falta de empatía total con el paciente y sus familiares. Porque son útiles para los síntomas positivos y derivados (alucinaciones, delirios, agitación, angustia psicótica, suicidio...) que son los que impiden en parte que lleve una vida en sociedad y los que más rechazo produce por personas que desconocen o tiene prejuicios sobre las enfermedades mentales.
No, no nos iría mejor sin ellos, pero ojalá fueran más efectivos y produjeran muchos menos efectos secundarios, que hay que tener en cuenta pues también influyen en la calidad de vida del paciente.

"En 1954, cuando la clorpromazina fue descubierta y llegó al mercado. se consideraba una mala droga, la comparaban con una lobotomía química. Sin embargo, un año después, de repente, era buena. Eso es muy extraño". 

Declarando anticipadamente que los antipsicóticos no son la panacea y queda mucho que investigar y mejorar, esta frase es de prensa amarilla. En los inicios de los años 80, cuando en España se comenzó a usar la metadona, los psiquiatras y médicos que la usaban como sustitutivo de la heroína fueron acusados de promover la drogadicción.  La metadona sigue sin ser el fármaco ideal, pero ayudo (y ayuda) a evitar todos los problemas derivados del uso de la heroína (transmisión de enfermedades, conductas delictivas) y en un porcentaje importante de pacientes la rehabilitación. Actualmente sigue en uso pero otros fármacos (buperidona y naloxona) más limpios empiezan a sustituirla, con resultados mejores y con mayores posibilidades de retirar el tratamiento tras una terapia multidisciplinar adecuada.

"¿Qué alternativa hay a los fármacos contra la psicosis grave? En muy simple: ningún fármaco".

Tal vez sea la frase más inapropiada de todas. De sobremedicar a un paciente a no dar ningún tipo de fármaco hay una gran cantidad de pasos intermedios. Esta frase desinforma y crea mayor confusión en pacientes y familiares. Ahora, ¿podemos afirmar que el único tratamiento eficaz es el farmacológico? No, para nada, la Salud Mental es multidisciplinar y hace falta un abordaje psicoterapeutico, psicosocial y rehabilitador paralelo. Hacen falta terapias de rehabilitación cognitiva, terapias familiares, seguimiento por parte de enfermería, citas con trabajo social... Pero en muchos casos, sin ese tratamiento farmacológico no se pueden trabajar el resto de áreas. 

"No necesito ser psiquiatra para saber sobre este área"

Claro que no, pacientes y familiares de pacientes cada día me dan una lección diaria sobre lo que son las enfermedades mentales, sobre otras necesidades más haya de tratar el síntoma por el que acuden a urgencias o a la consulta. Entiendo que el Dr. Gøtzsche sabe mucho más que yo de toda la bibliografía sobre el tema que se ha publicado, que ha reflexionado profundamente sobre todos estos temas; pero dudo que haya tenido el contacto con cientos de pacientes como he tenido yo (millares otros psiquiatras que llevan más tiempo). He visto como pacientes con dosis adecuadas de antipsicóticos dejaban de tener voces que le insultaban y le generaban tanta angustia hasta el punto de intentar suicidarse, he visto como personas agitadas que podían autolesionarse o hacer daños a otros sin querer se han tranquilizado, he visto como mejora la convivencia en casa de pacientes delirantes que creían que sus familiares intentaban perjudicar... No siempre se pueden quitar todos los síntomas, pero si dejarlos en un plano secundario para que puedan llevar una vida adecuada y plena. Creo que mi opinión es válida también, no trata de denigrar. 

El Dr. Gøtzsche lleva razón en muchas de sus afirmaciones, los antipsicóticos no son la panacea, tienen efectos secundarios que producen deterioro cognitivo y metabólico que puede reducir la esperanza de vida de los pacientes psiquiátricos. Pero en medicina siempre se trata de un balance entre lo que aporta el fármaco y sus efectos negativos. No se puede generalizar. Tratamos a pacientes no a enfermedades.

Apostemos por las nuevas guías con un uso más responsable y adecuado de estos fármacos, apostemos por desarrollar  nuevos fármacos más eficaces y con menos efectos secundarios, apostemos por no limitar todo el tratamiento a una pastilla o un inyectable.

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