domingo, 5 de noviembre de 2017

Bullying, lo que es y lo que no lo es.

No toda agresión en el colegio es bullying, pero siempre que hablamos de bullying nos referimos a agresiones en una de las etapas más vulnerables de nuestro desarrollo.

La infancia es un periodo de tiempo en el que el niño se desarrolla física, psicológica y socialmente; que lo haga en un ambiente adecuado será un factor protector para que no desarrolle enfermedades físicas o mentales, o acabe en ambientes de exclusión social.

La familia y el entorno cercano es el primer lugar donde el niño aprenderá a sociabilizarse, generalmente a través de relaciones en las que existe un desequilibrio de poder (padres-hijo) o no (hermano-hermano). Este primer círculo social es restringido y protegido, siendo más o menos extenso según los familiares o amigos íntimos de los padres.

La llegada del niño al colegio supone una ampliación exponencial de su círculo social y de las relaciones simétricas. Debe aprender a crear normas y a respetarlas para poder jugar con otros niños, intercambiar ideas y anécdotas. En estos años se desarrollará la empatía.

Pero este ambiente escolar no es bucólico, muchos niños sufren discriminación y agresiones por parte de sus compañeros, que en algunos casos puede desembocar en una situación de acoso escolar o bullying. 

El bullying o acoso puede definirse como una "situación en que una persona está siendo acosada cuando está expuesta, repetidamente y de forma prolongada en el tiempo, a acciones negativas por parte de una o más personas. Es una acción negativa cuando alguien intencionalmente causa, o trata de causar, daño o molestia a otro" (Olweus, 1999). Cuando esto ocurre a través de medios digitales hablamos de Cyberbullying.

No todas las acciones negativas que se dan en el ámbito escolar son acoso, sino que deben de cumplirse varias condiciones:
  1. Intencionalidad.
  2. Repetición o prolongación en el tiempo.
  3. Desequilibrio de poder. 
1. Intencionalidad.

Los matones buscan el sufrimiento
del otro con sus acciones violentas.
El agresor o los agresores deben de ser conscientes de que están produciendo daño a la víctima y ese es el fin de sus acciones negativas. La agresividad tiene el propósito de humillar a la víctima para conseguir algún tipo de ganancia, como puede ser mayor popularidad entre los compañeros, conductas de sumisión o conseguir objetos de la víctima.

La intencionalidad se puede dar a partir de los 6 años de edad, previamente si el menor realiza agresiones a otros compañeros suele ser de manera injustificada y generalizada, como cuando un niño pega a "todos" los compañeros en la guardería o preescolar. 

2. Repetición o prolongación en el tiempo.

Los observadores acaban siendo
complices del abusón.
El acoso escolar es una situación que se perpetúa en el tiempo y para eso hace falta que el resto de compañeros sean observadores pasivos o complices del agresor. La ley del silencio suele imperar en estos casos, por lo que en muchos casos los responsables del centro no saben lo que está ocurriendo en sus aulas y no pueden poner fin al bullying. Nadie interviene para frenar las agresiones y la víctima sin apoyo no puede vencer esta situación. La agresión prolongada produce efectos negativos tanto en la víctima (indefensión aprendida) como en el resto de participantes, que normalizan la violencia.
No hay día en que Milhouse se libre de los matones.
Una acción aislada, por muy grave que sea, no es un caso de bullying. Las peleas a la salida del colegio o los insultos entre compañeros cuando no son mantenidos en el tiempo no son bullying. 

3. Desequilibrio de poder.

Cuando una disputa se produce entre iguales, ambas personas son capaces de defender su postura mediante argumentos (o puñetazos). En el bullying la relación agresor-víctima está desequilibrada, por lo que la víctima no se puede defener y no puede salir de ese círculo de agresiones. 

Pensar que "puede salir sola y hacerse más fuerte", "así aprende a manejarse en la vida", "son cosas de niños" son conceptos muy erróneos, que en el fondo culpabilizan a la víctima de lo que le está sucediendo y de no ponerle freno. Este fenómeno es llamado el "Síndrome de negación" frente al acoso escolar, banalizando el problema y permitiendo que se prolongue y extienda.

Cualquier motivo puede hacer que el matón justifique la violencia que ejerce.
El desequilibrio de poder suele tener su raíz en situaciones o condiciones que hacen diferente a la víctima, como ser más tímidos, tener intereses poco frecuentes, tener alguna limitación física o intelectual, provenir de determinado tipo de hogar... Estos no son motivos para sufrir agresiones físicas o psicológicas, pero facilitan que se conviertan en el blanco de los "matones".

CONSECUENCIAS EN EL NIÑO DEL ACOSO

 El menor acosado presentará una serie de síntomas iniciales como cambios en su comportamiento, conductas evitativas para no ir al colegio u otras actividades sociales con personas de su edad, dificultades en la concentración y el razonamiento, cambios de ánimo, somatizaciones (dolor de barriga entre semana, pesadillas) y baja autoestima. 

Informe Cisneros X
Toda esta constelación puede desembocar finalmente en distintos trastornos mentales como pueden ser la depresión, un trastorno por ansiedad e incluso, en los casos más graves, conducir al suicidio (como sucedía en la serie "Por 13 razones" que analizamos en el pasado y recomiendo para la comprensión de este fenómeno).

El niño no es un "enfermo mental", sino la víctima de una situación de violencia continuada. Se estima que un 25% de los niños sufren acoso, de ellos más de la mitad sufren daños clínicos (Estudio Cisneros X, 2006).




El agresor tendrá a desarrollar conductas violentas como peleas y actos vandálicos, tendrá mayores posibilidades de problemas de consumo y delincuencia. Suelen ser personas dominantes, que usan la violencia para conseguir sus objetivos y tiene poca tolerancia a la frustración. Ayudar a que salgan de ese rol y averiguar de donde procede esas conductas violentas es muy importante también.

CÓMO HACER FRENTE AL BULLYING

Diferente medidas han demostrado ser eficaces, basándose en la concienciación de víctimas y observadores de que se puede poner freno al acoso y es necesario denunciar la situación, hay que romper la Ley del Silencio que impera en este problema. 
Es muy importante que el acosador no se sienta respaldado por el resto de compañeros y se sienta juzgado por sus conductas violentas. Una vez identificado al acosador es importante trabajar con él para que empatice con el sufrimiento que está causando a la víctima, además de que su conducta tenga algún tipo de consecuencia. Dado que se trata de una situación de desequilibrio de poder, la mediación no es útil cuando el bullying está establecido. 

Los adultos del entorno del menor acosado tienen el deber y la obligación de detectar los cambios que se están produciendo en el meno para poner freno lo antes posible a esta situación, para evitar las consecuencias psicológicas que impiden un desarrollo normal en el menor. 

Padres, profesores y médicos tenemos el deber de ayudar y poner freno al bullying.



REFERENCIAS:
- Ponencia de Carlos Calmaestra en Jornadas Alicia Koplowitz, Madrid, 26 de octubre de 2017.
- Piñuel, I. y Oñate, A. (2007) Acoso y Violencia Escolar en España: Informe Cisneros X, Madrid, 2007, IIEDDI, ISBN: 978-84-611-4842-4. https://convivencia.files.wordpress.com/2012/05/cisneros-xviolencia_acoso-2006120p.pdf

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