La
llegada de un hijo supone muchos cambios en la vida de los padres, somos
conscientes de muchos de ellos, pero otros tantos vienen determinados por la
biología y la evolución.
Vamos
a describir en el siguiente artículo varios de los cambios por los que pasamos
las madres de manera inconsciente pero que tienen gran repercusión para acoger
y cuidar bien al nuevo miembro de la familia. Como mamíferos, al igual que
otros animales, durante el embarazo sufrimos cambios hormonales que permiten el
buen desarrollo del feto y, tras el parto, su correcta alimentación mediante la
lactancia materna y su cuidado.
La
biología tiene mucho que ver con la manera en que cuidaremos a nuestros hijos,
aunque evidentemente no es un factor exclusivo e influirán otros tantos como
nuestra propia crianza y el entorno social en el que criemos a nuestros hijos;
pero permitidme que el enfoque del artículo sea biologicista.
El
apego, algo fundamental en muchas especies y en todos los mamíferos, es
fundamental para el buen desarrollo neuropsicológico y social del individuo; la
evolución se ha encargado de que gran parte de esa información de cuidados
correctos venga determinada por la genética, su traducción a cambios hormonales
durante el embarazo y su influencia en la conducta de la madre.
El cerebro de la
madre cambia a nivel anatómico.
Durante el embarazo, según los resultados Elseline Hoekzema y su grupo de investigación (1) el cerebro de la mujer comienza a modificarse
debido a los cambios hormonales que se producen en su organismo. Se centraron
en la investigación de la medida de volúmenes de determinadas áreas cerebrales
antes y después del embarazo mediante resonancia magnética nuclear (RMN). Analizaron
el cerebro de hombres y mujeres antes y después del primer embarazo, y un grupo
control de personas nuliparas.
El
principal cambio observado fue la disminución de la materia gris y la materia
blanca del cerebro de la mujer tras el embarazo. La materia gris disminuyó en varias regiones (córtex frontal, corteza
cingulada y corteza bilateral temporal e hipocampo); regiones que están implicadas
en las relaciones sociales, la capacidad de comprender nuestro estado mental y
el de los demás (es decir, la empatía o “teoría de la mente”).
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En color las zonas de pérdida de sustancia gris en A) primiparas con concepción natural, B) primiparas con tratamiento de fertilidad y C) nuliparas. (1) |
No debe interpretarse como una regresión de las capacidades del cerebro de la mujer, sino como parte de la flexibilidad y adaptación de este órgano para la nueva etapa de la mujer y, por qué no, como un mecanismo biológico que asegure la perpetuación de la especie hablando en términos evolutivos. En otros periodos de nuestra vida sufrimos otras “podas neuronales” debido a los cambios de concentración de las hormonas esteroideas, como en la adolescencia, que ayudan a eliminar sinapsis sobrantes y mejorar la funcionalidad del cerebro.
Estos
cambios observados explican la potenciación
de la función de estas áreas, lo que ayuda a la madre a dar una atención más
adecuada a la cría, que en nuestra especie además son especialmente vulnerables.
Estimaron que estos cambios se mantienen durante dos años y luego se revierten.
No son cambios sutiles, las investigadoras son capaces de clasificar con un
100% de acierto si el cerebro observado mediante RMN es de una mujer que ha
pasado o no por un embarazo (2).
Bermúdez
de Castro, que también habla de este estudio en su última obra (Pequeños pasos:
Creciendo desde la Prehistoria) refiere que: “La naturaleza parece encargarse por sí misma de proporcionar a todas
ellas (las madres) la capacidad mental necesaria para afrontar su maternidad”
(3).
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Pere Estupinyà, Erika Barba y Susanna Carmona. Fotograma del programa "El Cazador de Cerebros". |
Susanna
Carmona y Erika Barba (del equipo de investigación de Hoekzema) en el programa “El
Cazador de Cerebros” (2) nos hablan del “Mommy
brain”, término que explica la nueva forma de funcionar del cerebro de la madre
para estar atenta a todo lo que puedan necesitar su bebé. Popularmente se
dice que la mujer embarazada o la madre reciente tienen muchos fallos en la
memoria, pero lo que realmente sucede es que focalizan su atención y memoria a
cuestiones relacionadas con el cuidado de su hijo. La madre puede pasar hasta
un 80% de su tiempo pensando en el bienestar de su hijo, dejando de pensar en
sus propias necesidades.
Durante el
estudio, se realizaron test al grupo de madres y al grupo control, sin
encontrar cambios significativos a nivel cognitivo (memoria verbal) entre ambos
grupos. Como mencionábamos antes, se ha observado que los cambios a nivel
cerebral están relacionados con el vínculo, cuanto más placentero resulta el
cuidado del niño, más cambios en la sustancia gris se producen. Este grupo de
investigación también estudió a padres, pero por ahora no han observado cambios
significativos en sus cerebros.
“El embarazo prepara al cerebro para que la
madre haga mejor sus funciones”
Erika Barba
Oxitocina, un ansiolítico
para un mejor cuidado de la cría durante la lactancia.
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Mamá rata junto a su cría. |
No
es el único estudio en el que se demuestra que nuestra propia biología nos
prepara y ayuda a ser madres. La oxitocina es una hormona que está relacionada
con el control de la agresividad y la ansiedad. Se ha demostrado en roedores
que la administración de oxitocina en machos ayuda a disminuir la agresión y
promueve conductas sociales, al reducir el miedo social y aumentar la confianza
hacia otros sujetos. En hembras tiene el mismo efecto, pero además es una de
las hormonas implicadas en el desencadenamiento del parto y la lactancia. En periodos de lactancia la oxitocina se “comporta”
de manera especial en la madre, donde se ha constatado que por un lado la
oxitocina mejora los cuidados la cría, al funcionar como ansiolítico; pero en
contra de lo que cabe esperar, aumenta la agresividad de la madre hacia los
machos, lo que ayudaría a la defensa de las crías (4).
En
estudios con ovejas, se observó que ovejas a las que se les daba inhibidores de
la oxitocina no desarrollaban conductas maternales y las nulíparas adquirían
conductas maternales hacía crías cuando se les administraba oxitocina. Lo que
refuerza la importancia de las hormonas para el desarrollo de un adecuado
vínculo en mamíferos.
Conclusión:
El
vínculo y el apego son fundamentales para el crecimiento y la maduración de las
personas, está demostrado que malos cuidados en etapas tempranas afectan de por
vida a las personas, pudiendo influir mucho en su salud mental y orgánica. Algo
que será interesante analizar con mayor profundidad.
Nuestra
biología mamífera nos ayuda mediante cambios hormonales a regular las funciones
cerebrales para estar preparados para el cuidado de nuestras crías. Las
hormonas no sólo se encargan de la parte física del cuidado, como la gestación
y la lactancia, sino que nos ayudan a tener una conducta de especial cuidado
con los más pequeños para que se críen en un entorno más seguro y cariñoso,
donde desarrollar todo su potencial.
Pero,
por supuesto, ni las hormonas, ni los volúmenes cerebrales por si solos
asegurarán una infancia feliz.
Bibliografía:
(1) Pregnancy leads to long-lasting changes in human brain
structure. Elseline Hoekzema et al. https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/27991897
(2) “El Cazador de Cerebros. La ciencia del
embarazo. http://www.rtve.es/alacarta/videos/el-cazador-de-cerebros/cazador-cerebros-ciencia-del-embarazo/4254268/
( (3)
“Pequeños
pasos: Creciendo desde la Prehistoria” (Drakontos) Jose Mª Bermúdez de Castro
José Mª y Elena Bermúdez de
Castro López.
(4) Papel de la oxitocina en la regulación
de la agresión. Mercedes Martín-López et al. http://www.elsevier.es/es-revista-psiquiatria-biologica-46-articulo-papel-oxitocina-regulacion-agresion-S1134593416300859