miércoles, 28 de septiembre de 2016

Psicopatologia de los personajes de Stranger Things, Parte 1: Will y Joyce Byers



Stranger Things es justamente lo que esperaba, una serie de ambiente ochentero llena de misterio, aventura y los valores de amistad de toda la vida. Cuando te sientas a verla encuentras guiños continuos a muchas de las películas con las que crecimos, que hacen vincularte de forma más emotiva a esta nueva serie. Aunque, desde la perspectiva de un psiquiatra no hay otra cosa que patología mental por todos lados así que, al igual que hiciera con los personajes de Star Wars, voy a realizar el diagnóstico psiquiátrico de la serie. A partir de ahora todo serán spoilers para aquellos que no hayáis visto la serie, advertidos quedáis. A los que os falte sentido del humor o no os guste sacar la psiquiatría de contexto y exagerarla, tampoco sigáis leyendo. A lo largo de varias entradas iremos analizando los diferentes personajes de la serie.



Si un psiquiatra paseara por el pueblo de Hawkins empezaría a ver mucha psicopatología, seguramente porque para empezar nadie (real o ficticio) cumple los criterios de normalidad, cada cual tiene al menos algún que otro rasgo peculiar de la personalidad.

La historia comienza tal cual empieza ET, con un grupo de amigos reunidos en un sótano comiendo pizza y echando una partida de rol. Estos cuatro amigos, son los parias del colegio, el blanco fácil de las bromas de sus compañeros:

Nombre: Will Byers.
Sexo: varón.
Edad: 12 años.
Diagnóstico: Episodio depresivo. Suicidio.

Will Byers es el personaje en torno al cual gira la serie cuando desaparece en extrañas circunstancias para el resto de sus familiares y amigos. Es un chico que vive en un hogar desestructurado, con un padre ausente y una madre que debe de trabajar muchas horas para sacar a sus hijos adelante. Es un buen estudiante y compañero, comprende que sus decisiones pueden afectar a los demás, siendo una persona muy generosa que antepone su propia seguridad por el bien del grupo, sólo hay que observarle mientras juega al rol con sus amigos, buscando una estrategia que proteja al grupo y no sólo a él. Se refugia junto a sus amigos en un mundo de fantasía (mecanismo de defensa del Yo) para olvidar la realidad. 

La contrapartida de este buen chaval es que sufre un acoso continuo en el instituto, donde se le tacha de “marica” por no representar los ideales masculinos de chico deportista, intrépido y seductor. Para Will y sus amigos es frecuente sufrir agresiones por parte de los “matones” del colegio, llegando al punto de aceptarlo como parte de su “rutina” y no hacer nada para cambiar las cosas. Se puede decir que adoptan un mecanismo de INDEFENSIÓN APRENDIDA, manteniendo una actitud pasiva ante las agresiones que sufren dado que las estrategias que han usado en el pasado para combatirlas no les han servido de mucho. Will además pasa la mayor parte del tiempo solo en casa, sin ningún adulto al que pueda acudir cuando sufre problema en el instituto. Sin una denuncia que pueda frenar el BULLYING era esperable que el joven desarrollara un TRASTORNO DEPRESIVO y se SUICIDARA, precipitándose al vacío en la cantera cercana a la ciudad de Hawkins. A las personas que le quieren les resultará muy difícil aceptar este tipo de muerte, por lo que buscarán otras alternativas  al suicidio, sin afrontar la realidad. 



Nombre: Joyce Byers
Sexo: mujer
Diagnóstico: Trastorno esquizoafectivo.

Joyce Byers es la madre de Will, el niño que se suicida al inicio de la serie. La vida de Joyce no fue sido fácil, se crió en una familia con un padre dominante, que arreglaba los problemas domésticos y la falta de disciplina a base de golpes. Su madre, una mujer con pocos estudios y bajo nivel social, quedó presa en una relación con violencia machista que poco a poco se fue extendiendo a sus hijos, hasta que la propia Joyce pasó de testigo a víctima de malos tratos. La joven Joyce, poco después de terminar el instituto, se casó con su primer novio para escapar del horror doméstico diario. La elección de marido no fue la más adecuada, pronto se dio cuenta que el chico algo mayor que ella que se mostraba protector durante las citas, que se enfadaba cuando su padre se sobrepasaba, no era muy diferente a su progenitor. Joyce no tenía un hogar al que volver, ni medios para independizarse, por lo que asumió la nueva condición, al menos su marido no era tan bruto como su padre y no le pegaba. A los pocos meses de casarse quedó embarazada de su primer hijo,  Jonathan, lo que para ella fue una atadura más a un matrimonio en el que no era feliz. Durante estos años sufrió su primer episodio depresivo, que palió a base de benzodiacepinas que conseguía sin receta médica, no se podían permitir acudir a un psiquiatra o psicólogo. La depresión le separó finalmente de los pocos contactactos que aún tenía en el exterior, debido a la tendencia al aislamiento, la astenia y la anhedonia, sin ningún deseo de salir de casa y relacionarse, sin que a su marido le pareciera preocupante. 


Cinco años más tarde nacería Will, vivió un periodo feliz cuando pudo construir un pequeño hogar junto a sus dos hijos en el que no interfería demasiado su marido, que siempre se mostró despreocupado por lo que hicieran los niños. A medida que crecieron sus hijos comprendió que no quería que se criaran en un ambiente similar a su infancia, por lo que empezó a hacer frente a su marido cuando no estaba de acuerdo con él, llegando a forzar la situación de separación y que el abandonara el domicilio.  Le tocó convertirse en madre y padre, trabajando dobles turnos para sacar a sus dos hijos adelante. Tanto esfuerzo le ha sumido en un segundo episodio depresivo, que no hará más que empeorar ante la desaparición de Will. 


Durante esta fase aparecen los primeros síntomas psicóticos. Joyce cree que su hijo no está muerto, que se encuentra en otro lugar y que intenta comunicarse con ella. Comienza a interpretar de manera delirante todo lo que ocurre en casa, creyendo que los cambios de potencial de la luz, por una instalación eléctrica deficitaria y anticuada, son señales que hace su hijo para comunicarse con ella. Comienza a tener conductas desorganizadas, comprando objetos (luces de navidad) que no necesita, acumulándolos, a pintar las paredes del domicilio y a romper paredes de su domicilio mediante un hacha. En estos momentos de máxima desorganización y angustia psicótica comienza a tener alucinaciones visuales y auditivas, creyendo que es perseguida por un hombre desfigurado, que no le parece de naturaleza humana o que ha mantenido un dialogo a través de la pared con su hijo muerto. Cuando  debe reconocer el cadáver de su hijo, una vez encontrado ahogado, refiere que ese no es su hijo, que es un sustituto. Presa del pánico sale huyendo del depósito de cadáveres. Su hijo mayor Jonathan ve con impotencia como su madre pierde el juicio y le resulta imposible controlar sus conductas, preocupado por que pueda tener nuevos episodios de agitación, comienza a darle la razón mientras busca una solución. 



En próximas entradas iremos analizando el resto de personajes.

5 comentarios:

  1. Otro post genial, grandioso, espectacular.
    La patología de Joyce está muy bien descrita, ¡me ha encantado! Poquito a poco se va hilando todo y tiene su lógica. También es una muy buena manera de presentar una entidad difícil de entender como es el Trastorno Esquizoafectivo... ¡que tiene su miga!
    Por cierto, me ha encantado el detalle de que Will diga tu nombre con las lucecitas :P. ¡Se precisa ya mismo un psiquiatra en Hawkins!

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  2. en la serie no hay ningún suicidio...

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  3. No lo hay, cierto. El artículo está enfocado a intentar explicar en que consisten diferentes trastornos mentales y rasgos de personalidad a través de los personajes de la serie, exagerando algunos rasgos o inventando datos pasados y futuros para adecuarlos al diagnóstico o a riesgos que pudiera tener una persona por sufrir determinados estresores.

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  4. Respuestas
    1. Podría ser, que todas sus vivencias fuera por alucinaciones e ideas delirantes.

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