Stranger Things es justamente lo
que esperaba, una serie de ambiente ochentero llena de misterio, aventura y los
valores de amistad de toda la vida. Cuando te sientas a verla encuentras guiños
continuos a muchas de las películas con las que crecimos, que hacen vincularte
de forma más emotiva a esta nueva serie. Aunque, desde la perspectiva de un
psiquiatra no hay otra cosa que patología mental por todos lados así que, al
igual que hiciera con los personajes de Star Wars, voy a realizar el
diagnóstico psiquiátrico de la serie. A partir de ahora todo serán spoilers para aquellos que no hayáis
visto la serie, advertidos quedáis. A los que os falte sentido del humor o no
os guste sacar la psiquiatría de contexto y exagerarla, tampoco sigáis leyendo. A lo largo de varias entradas iremos analizando los diferentes personajes de la serie.
Si un psiquiatra paseara por el pueblo de Hawkins empezaría a ver mucha psicopatología, seguramente porque para empezar nadie (real o ficticio) cumple los criterios de normalidad, cada cual tiene al menos algún que otro rasgo peculiar de la personalidad.
La historia comienza tal cual empieza ET, con un grupo de
amigos reunidos en un sótano comiendo pizza y echando una partida de rol. Estos
cuatro amigos, son los parias del colegio, el blanco fácil de las bromas de sus
compañeros:
Sexo: varón.
Edad: 12 años.
Diagnóstico: Episodio depresivo. Suicidio.
Will Byers es el personaje en torno al cual gira la serie
cuando desaparece en extrañas circunstancias para el resto de sus familiares y
amigos. Es un chico que vive en un hogar desestructurado, con un padre ausente
y una madre que debe de trabajar muchas horas para sacar a sus hijos adelante. Es un buen estudiante y compañero, comprende que sus decisiones pueden afectar
a los demás, siendo una persona muy generosa que antepone su propia seguridad
por el bien del grupo, sólo hay que observarle mientras juega al rol con sus
amigos, buscando una estrategia que proteja al grupo y no sólo a él. Se refugia junto a sus amigos en un mundo de fantasía (mecanismo de defensa del Yo) para olvidar la realidad.
La
contrapartida de este buen chaval es que sufre un acoso continuo en el
instituto, donde se le tacha de “marica” por no representar los ideales
masculinos de chico deportista, intrépido y seductor. Para Will y sus amigos es
frecuente sufrir agresiones por parte de los “matones” del colegio, llegando al
punto de aceptarlo como parte de su “rutina” y no hacer nada para cambiar las
cosas. Se puede decir que adoptan un mecanismo de INDEFENSIÓN APRENDIDA,
manteniendo una actitud pasiva ante las agresiones que sufren dado que las
estrategias que han usado en el pasado para combatirlas no les han servido de
mucho. Will además pasa la mayor parte del tiempo solo en casa, sin ningún
adulto al que pueda acudir cuando sufre problema en el instituto. Sin una denuncia
que pueda frenar el BULLYING era esperable que el joven desarrollara un
TRASTORNO DEPRESIVO y se SUICIDARA, precipitándose al vacío en la cantera
cercana a la ciudad de Hawkins. A las personas que le quieren les resultará muy
difícil aceptar este tipo de muerte, por lo que buscarán otras alternativas al suicidio, sin afrontar la realidad.
Nombre: Joyce Byers
Sexo: mujer
Diagnóstico: Trastorno esquizoafectivo.
Joyce Byers es la madre de Will, el niño que se suicida al
inicio de la serie. La vida de Joyce no fue sido fácil, se crió en una familia
con un padre dominante, que arreglaba los problemas domésticos y la falta de
disciplina a base de golpes. Su madre, una mujer con pocos estudios y bajo
nivel social, quedó presa en una relación con violencia machista que poco a
poco se fue extendiendo a sus hijos, hasta que la propia Joyce pasó de testigo
a víctima de malos tratos. La joven Joyce, poco después de terminar el
instituto, se casó con su primer novio para escapar del horror doméstico
diario. La elección de marido no fue la más adecuada, pronto se dio cuenta que
el chico algo mayor que ella que se mostraba protector durante las citas, que
se enfadaba cuando su padre se sobrepasaba, no era muy diferente a su
progenitor. Joyce no tenía un hogar al que volver, ni medios para
independizarse, por lo que asumió la nueva condición, al menos su marido no era
tan bruto como su padre y no le pegaba. A los pocos meses de casarse quedó
embarazada de su primer hijo, Jonathan, lo que para ella fue una atadura más a un
matrimonio en el que no era feliz. Durante estos años sufrió su primer episodio
depresivo, que palió a base de benzodiacepinas que conseguía sin receta médica,
no se podían permitir acudir a un psiquiatra o psicólogo. La depresión le separó finalmente de los pocos contactactos que aún tenía en el exterior, debido a la tendencia al aislamiento, la astenia y la anhedonia, sin ningún deseo de salir de casa y relacionarse, sin que a su marido le pareciera preocupante.
Cinco años más tarde
nacería Will, vivió un periodo feliz cuando pudo construir un pequeño hogar
junto a sus dos hijos en el que no interfería demasiado su marido, que siempre
se mostró despreocupado por lo que hicieran los niños. A medida que crecieron
sus hijos comprendió que no quería que se criaran en un ambiente similar a su
infancia, por lo que empezó a hacer frente a su marido cuando no estaba de
acuerdo con él, llegando a forzar la situación de separación y que el
abandonara el domicilio. Le tocó
convertirse en madre y padre, trabajando dobles turnos para sacar a sus dos
hijos adelante. Tanto esfuerzo le ha sumido en un segundo episodio depresivo,
que no hará más que empeorar ante la desaparición de Will.
Durante esta fase
aparecen los primeros síntomas psicóticos. Joyce cree que su hijo no está muerto, que se
encuentra en otro lugar y que intenta comunicarse con ella. Comienza a
interpretar de manera delirante todo lo que ocurre en casa, creyendo que los
cambios de potencial de la luz, por una instalación eléctrica deficitaria y
anticuada, son señales que hace su hijo para comunicarse con ella. Comienza a
tener conductas desorganizadas, comprando objetos (luces de navidad) que no
necesita, acumulándolos, a pintar las paredes del domicilio y a romper paredes
de su domicilio mediante un hacha. En estos momentos de máxima desorganización
y angustia psicótica comienza a tener alucinaciones visuales y auditivas,
creyendo que es perseguida por un hombre desfigurado, que no le parece de
naturaleza humana o que ha mantenido un dialogo a través de la pared con su
hijo muerto. Cuando debe reconocer el
cadáver de su hijo, una vez encontrado ahogado, refiere que ese no es su hijo,
que es un sustituto. Presa del pánico sale huyendo del depósito de cadáveres.
Su hijo mayor Jonathan ve con impotencia como su madre pierde el juicio y le
resulta imposible controlar sus conductas, preocupado por que pueda tener
nuevos episodios de agitación, comienza a darle la razón mientras busca una
solución.
En próximas entradas iremos analizando el resto de personajes.
Otro post genial, grandioso, espectacular.
ResponderEliminarLa patología de Joyce está muy bien descrita, ¡me ha encantado! Poquito a poco se va hilando todo y tiene su lógica. También es una muy buena manera de presentar una entidad difícil de entender como es el Trastorno Esquizoafectivo... ¡que tiene su miga!
Por cierto, me ha encantado el detalle de que Will diga tu nombre con las lucecitas :P. ¡Se precisa ya mismo un psiquiatra en Hawkins!
en la serie no hay ningún suicidio...
ResponderEliminarNo lo hay, cierto. El artículo está enfocado a intentar explicar en que consisten diferentes trastornos mentales y rasgos de personalidad a través de los personajes de la serie, exagerando algunos rasgos o inventando datos pasados y futuros para adecuarlos al diagnóstico o a riesgos que pudiera tener una persona por sufrir determinados estresores.
ResponderEliminarCreo qe el psicótico es will
ResponderEliminarPodría ser, que todas sus vivencias fuera por alucinaciones e ideas delirantes.
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