Querido adjunt@ de psiquiatría,
Gracias por enseñarme. Desde que llegué al hospital has
marcado mi hoja de ruta como profesional, dejando una profunda huella en mis
conocimientos sobre psiquiatría y en cómo tratar la enfermedad mental. Tal vez
no eres consciente de ello, dado que puede que solo hayas hecho guardias
conmigo o hayas intervenido en algún seminario; quizás ni nos hayamos conocido
en persona, sino por redes sociales. Puede que me hayas tutorizado durante
meses, dejándome entrar en tu consulta, haciendo que una silla junto a la tuya
me perteneciera y que tus pacientes se habituaran a mi presencia y contaran
conmigo como parte de ese complejo binomio médico-paciente.
La carrera médica tiene un paralelismo con la vida. Uno nace
cuando hace la selectividad y entra en la carrera de medicina. Somos solo “niños”
en esos años, que acumulamos conocimientos sin tener ni idea de cómo usarlos:
tenemos piernas pero no sabemos andar, manos que no saben agarrar. Alguno ya es
brillante y destaca, es más maduro que el resto, aprende a andar con 10 meses y
habla por los codos con 2 años. No es lo habitual, la mayoría solo somos niños
aprendiendo sobre la vida y la muerte. Después, tras un duro examen, pasamos a
ser residentes-adolescentes que llegan al hospital llenos de ilusión y temor.
Como adolescentes a veces creemos que podemos controlarlo todo, cuestionamos a
nuestro adjunt@s e incluso somos impertinentes, creyéndonos más sabios nada más
aterrizar. Gracias por tenerlo en cuenta, por recordar tu etapa de médico
adolescente. Gracias por comprender que es necesario pasar por esas etapas para
que haya cambios, que el que llega nuevo quiere romper con lo establecido.
Querido adjunt@ de psiquiatría, gracias por enseñarme. Ojalá
hayas sido de aquellos que comprende que lo normal de un R1 es que esté muy
verde, muy tiernito y muy ignorante. Espero que no me hayas presionado de más
con la adquisición de conocimientos, sabes de sobra que la psiquiatría no es
una asignatura amplia en la mayoría de facultades y en el MIR a penas significa
unas cuantas preguntas. El R1 no tiene “ni puta idea”. Muchos no sabemos hacer
búsquedas bibliográficas, no sabemos cuáles son las distintas corrientes de la
psicología, ni los distintos tipos de antidepresivos o antipsicóticos. Lo más
importante, el R1 no sabe lo que es una persona que padece una enfermedad
mental, viene de fuera con muchos prejuicios y estereotipos de los que
desprenderse en los siguientes 4 años. Ojalá hayas sido paciente y me hayas
ayudado a encontrar la información. Seguro que eres de los adjuntos que no ha
sido soberbio y, con cariño y escucha activa, ha resuelto mis dudas, ¡gracias!
De ti he aprendido como tratar a los compañeros. Ojalá me
hayas enseñado a respetar a los que piensan distinto, sabiendo valorar los
puntos positivos de otros psiquiatras que no hacen las cosas como yo. Espero
que nunca hayas desprestigiado y humillado a otro profesional por temas de
ideología en mi presencia, haciendo que sintiera la necesidad de elegir un
bando: el biologicista o el psicodinámico. Sabes que soy un médico adolescente
y lo vivo todo con ímpetu, pudiendo abanderar una causa, saltar a la primera línea
de fuego, sin tener aún la formación y la madurez suficiente como profesional
para meterme en esos tinglados.
Cuando vaya terminando mi formación seguramente estaré más
cercana a una posición que a otra, pero no querré rechazar ninguna de las dos,
pues dependiendo de la persona a la que trate le ayudará más una cosa que otra,
o una combinación de ambas. Cuando termine conoceré a fondo la
psicofarmacología, los receptores alterados, las pruebas analíticas y de imagen
que he de realizar para descartar patologías orgánicas. Me entusiasmaré cada
vez que se demuestre que tal psicosis está producida por una enfermedad
detectable con biomarcadores, que se puede tratar y ¡curar! Sabré que el
neurodesarrollo en los primeros años forjará el destino de la persona, que el
cariño de los padres, sus cuidados y enseñanzas hacen mella en el cerebro de la
persona; que todo ello influye en el apego. Sabré que somos primates, mamíferos,
que parte de nuestra conducta y nuestra forma de responder al mundo está
configurada en nuestro ADN, que muchos de nuestras enfermedades y problemas
mentales son comunes a otras especies, pero desarrolladas en una especie con
capacidades cognitivas más desarrolladas y el conocimiento de su propia
existencia. Sí, sabré al terminar estas muchas cosas.
Pero al terminar también sabré que las pastillas no lo curan
todo, que a muchos pacientes nunca les ayudarán. Que no hay pastillas para
paliar todos los sufrimientos que nos trae la vida, que puede hacer más
escuchar al paciente y tomarle en serio, ayudarle a poner palabras a su
historia, a su vivencia, a lo que siente. Que no siempre importa la “verdad”,
los hechos probados, sino como se han interpretado y como nos han hecho sentir.
Sabré que la familia y el entorno cercano son fundamentales para un buen
pronóstico tras el diagnóstico. Que por muchas clasificaciones que hagamos,
cada persona y su sufrimiento es única, pudiendo no encajar en ninguna
categoría diagnóstica. Que hubo tiempos oscuros en los que no se trato con la
dignidad que merecen a las personas con enfermedades mentales. Que hay que
apostar por humanizar y proteger sus derechos fundamentales, mejorando los
tratamientos, evitando en lo posible los efectos secundarios, disminuyendo los
ingresos, integrando en la sociedad, potenciando su autonomía.
Gracias adjunt@ por hacerme ver que todas estas cosas que he
aprendido no pertenecen en exclusiva a ningún modelo, que el buen psiquiatra es
ecléctico. Que ningún modelo ha conseguido encontrar todas las respuestas, que
nos queda muchísimo por investigar y mejorar, tanto en el tratamiento de la
enfermedad como en el trato a la persona que la padece. El respeto, la entrega
y el buen hacer no es propiedad de ninguna corriente; sino las cualidades
humanas básicas que debe de tener cualquier psiquiatra. Te he visto arropar
pacientes, te he visto darles de comer cuando no podían, te he visto
acariciarles cuando hubo que sujetarlos, te he visto llorar cuando perdimos a
algún paciente, te he visto hablar con admiración de ellos, de cómo han
afrontado las adversidades, te he visto formarte para poder hacerlo cada día
mejor, te he visto respetando sus decisiones aún cuando no las compartías, te
he visto tomar decisiones difíciles cuando ellos no podían… Te he visto actuar
y he aprendido mucho de ti, porque todo no está en los libros.
Gracias por enseñarme a pensar, a tener pensamiento crítico
y no obediencia ciega. Gracias por enseñarme a ser mejor persona.
En pocos meses me tocará ser adjunta y espero hacerlo bien.
Vaya, menuda pedazo de carta que has escrito, enhorabuena. Con esta misiva se pone de manifiesto la ecléctica perspectiva que todo (buen) psiquiatra adopta... da lástima comprobar, no obstante, cómo algunos de ellos se alejan de una visión concreta y abrazan (fuertemente) otra u otras. Estáis en tierra de nadie, os movéis en un espacio no definido y, para colmo de males, cuando se descubre cómo funciona algo a nivel celular, se lo lleva neuro.
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