jueves, 21 de julio de 2016

Cuando los laboratorios son los que forman al médico residente

El avance de la medicina en el siglo XX y XXI está ligado en parte a la industria farmacéutica. Los que más invierten en I+D son empresas farmacéuticas, sacando al mercado con cierta frecuencia nuevos productos que deben calar en médicos para poder ser vendidos. Esta relación simbiótica comienza desde el principio de nuestra carrera profesional

Estoy realizando mi tercer año de residencia en psiquiatría y poco tiene que ver con el periodo en el que me especialicé en Medicina Legal y Forense. En aquella época veía a mis compañeros con sueldo, de congreso en congreso y yo a dos velas porque, a pesar de haber aprobado el examen MIR y cogido plaza, era una especialidad no remunerada. Aún así disfruté mucho de ese periodo formativo. Poco tiene que ver esa primera etapa con la actual, por la presión asistencial que tengo y por lo que pueden influir en mi formación y forma de trabajar las farmacéuticas. 

El médico residente acude generalmente a formarse a un hospital universitario, en el cual mediante tutorización va progresivamente adquiriendo responsabilidades y aprendiendo su profesión. Lo de progresivo es un decir, porque muchas veces te sueltan al ruedo a la primera de cambio sin la suficiente experiencia. El departamento al que perteneces y tu hospital deben formarte de manera específica, no únicamente a través del trabajo, aunque la realidad es que no se dedica tiempo ni recursos suficientes para la formación del residente. En este contexto aparecen los "visitadores médicos", representantes de las empresas farmacéuticas que te van echando el ojo, te meten en su listado de futuro especialista y comienzan a ofrecerte cosas. 

El residente está ávido por aprender y la oferta pública es muy pobre. Muchas veces hay que pagar caros cursos para continuar aprendiendo dado los déficits del sistema. Las farmacéuticas, en su presupuesto anual, tienen una partida de gasto para formación. Con este dinero se crean cursos presenciales, online, charlas, jornadas, foros o materiales didácticos; que son ofrecidos al residente de manera "desinteresada". La mayoría de actividades están acreditadas, por lo que dan "puntos" en el currículo. Así que el residente va apuntándose a todo lo que ofrecen, muy agradecido, y aprendiendo mucho más que con los cursos que ofrece su departamento o el hospital. Todo esto tiene un coste: la formación que recibimos la mayoría de residentes está patrocinada por los intereses de las farmacéuticas.

Las farmacéuticas nos resultan simpáticas a la mayoría residentes, se molestan más que nuestro hospital en darnos formación. Mucho de lo que ofrecen está libre de publicidad, no se promociona ningún fármaco concreto en ciertos eventos o nos dan libros de texto que necesitamos. El problema radica cuando nos hablan sobre sus fármacos estrella, en ese periódo tan vulnerable que es el de formación, cuando aún no se tiene la suficiente experiencia clíncia para saber que funciona y que no, como interpretar un ensayo clínico o si los datos estadísticos son, ya no significativos, sino de utilidad clínica. Estoy cansada de ver como nos muestran sin pestañear resultados estadísticos en los que un nuevo fármaco no es mejor que otro ya existente, no tiene menos efectos secundarios e incluso no es mejor que el placebo; sin que nadie sea capaz de cuestionarlo. Esto sucede por ignorancia y por ignorar, dado que hay temor en "enfadar" al visitador y dejar de recibir ayudas de las farmacéuticas. 

También surgen otros dilemas éticos, cuando la industria farmacéutica clasifica como gastos en formación actividades tipo charla formativa-publicitaria a comidas en restaurantes, donde congregan desde a unos pocos a una multitud de profesionales, gastando cifras elevadas en el convite. Cuando paga gastos de viaje y alojamiento para congresos ofertados por sociedades científicas o para actividades docentes exclusivas de la propia farmacéutica. ¿Dónde están los límites? ¿A que se destina de verdad el presupuesto en formación? ¿Qué debemos aceptar y a qué debemos acudir?
 
Las charlas formativas-publicitarias son muy frecuentes. Los fármacos son un producto que se publicitan principalmente a los médicos, dado que son los que tienen la potestad de incluirlos en el tratamiento habitual de sus pacientes, bien como nuevo principio activo o sustituyendo a otro producto. Además, tiene el "poder" de elegir el principio activo de una determinada marca. Las últimas leyes de la Sanidad Pública obligan al profesional a recetar el principio activo de precio más bajo en el mercado, por lo que se han equiparado los precios entre distintas marcas; pero los fármacos que aun tienen la patente (unos 10 años) no compiten con otros por lo que su precio es más elevado (y mucho). ¿"Cuanto de caro" debe ser un fármaco sus primeros años de comercialización para que la inversión en su investigación se le reembolse a la empresa con un margen de ganancias aceptable? ¿Qué derecho tiene la industria en publicitarlo entre los profesionales?

Habría que recordar en este punto del artículo lo poco que se invierte en España para investigación de nuevos principios activos. El avance de la medicina está subordinado en gran medida a la investigación privada, también la formación del profesional. Mientras eso no cambie seguirá siendo la propia industria la que nos presente los nuevos fármacos, nos intente vender que es lo mejor y no nos dará una visión crítica de él en el caso de que sea igual o inferior a productos sin patente que ya están en el mercado. Las farmacéuticas no son "el mal", aprovechan lo poco que le preocupa al Gobierno y a la población la inversión en I+D en su propio beneficio. A esto hay que sumarle otro dilema ético, empiezan a ser las farmacéuticas las que ponen los límites de lo que es o no es enfermedad, cuando hay que medicar y cuando no. No escriben libros, pero nos dan formación. Su interés será siempre solucionar cualquier problema mediante una pastilla y, en campos como el mío (psiquiatría), no siempre es recomendable medicalizar todos los síntomas y enfermedades.

¿Qué podemos hacer? Por suerte el profesional no tiene porque dejarse "comprar", se puede llegar a una relación simbiótica algo más sana que la actual:
  1. Atender  con educación al "visitador" pero ser crítico con lo que dice, estudiar el material que nos da pero buscar otros estudios en que quizás no sean tan positivos los resultados.
  2. Antes de prescribir un nuevo fármaco: ¿es necesario medicar al paciente?, ¿existe algo ya en el mercado equivalente y más barato?, ¿está demostrada un efecto beneficioso clínicamente significativo?
  3. Aprender estadística, aunque sea básica, que no nos engañen incluso con datos de no superioridad delante de nuestras propias narices.
  4. Ante la falta de formación adecuada por parte de nuestro departamento u hospital ser autodidactas, pero no exclusivamente con los cursos que nos ofrecen las farmacéuticas.
  5. Pertenecer a alguna sociedad científica, preferiblemente de tu campo de especialización, que te de acceso a rotaciones fuera de tu hospital, cursos y eventos, preferiblemente no subvencionados por laboratorios. Conocerás a más profesionales de tu campo y podrás enriquecerte.
  6. Acudir a cursos y congresos, aunque estén en parte financiados por algún laboratorio, se puede aprender mucho  de profesionales muy importantes, intenta evitar no caer en la charla publicitaria y conoce a más gente, a gente crítica, a gente que piense distinto que tú, a gente afín, a gente que te haga replantearte tus creencias científicas. (ESTO MERECE OTRO POST porque los precios de los congresos son desorbitados, poco afán de que uno se pueda pagar el congreso y medie entonces un laboratorio para pagar los gastos).

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