miércoles, 31 de agosto de 2016

Alucinaciones auditivas en sordos: un primer contacto con la comunidad sorda y sus particularidades



La sordera (o hipoacusia) es una discapacidad en la que se ve mermada la audición del individuo y que llega a afectar a casi un millón de personas en nuestro país. Cinco de cada mil niños nacerán con una alteración auditiva y de esos cinco uno nacerá con una sordera severa o profunda; hasta un 60% de las sorderas tienen un origen genético (1). Diferentes enfermedades, accidentes y estilos de vida harán que vayan aumentando los nuevos casos de hipoacusia; mientras más tarde aparezca y más leve sea, más posibilidades de integración tendrá el individuo que la sufre.

Los oyentes tendemos a pensar en los sordos como si se tratara de un grupo homogéneo sin distinguir las grandes diferencias que existen entre unos y otros. Tratamos a todos los sordos como si fuera imposible cualquier tipo de comunicación con ellos, o llegamos a pensar de algunos “que oyen cuando quieren”. Es importante conocer diferentes características sobre la hipoacusia para comprender a aquellas personas sordas con las que interactuemos y, en especial en este artículo, con aquellos que vayan a recibir una valoración psiquiátrica.


El primer punto a tener en cuenta es “cuándo” apareció la sordera (2):

  • Sordos prelocutivos o prelingüisticos: son aquellos que perdieron la audición antes de adquirir la conciencia del sonido y el desarrollo articulatorio mínimo. La mayoría de estos casos se deben a hipoacusias congénitas.

  • Sordos postlocutivos o poslingüisticos: aquellos casos en que la pérdida de audición se produjo tras la adquisición básica de la conciencia del sonido y la articulación mínima del lenguaje. 



Es una separación burda, pues en ambos casos habría que analizar el grado de déficit, que varía de entre leve (20-40 dB), moderada (40-70 dB), severa (70-90 dB) y profunda (>90 dB). Hay que tener en cuenta que las hipoacusias leves y moderadas pueden beneficiarse del uso de audífonos (tanto en niños como en adultos) e implantes cocleares, por lo que en los últimos años muchos de estos casos han conseguido una integración más sencilla a pesar de su déficit auditivo, al poder adquirir con mayor normalidad el lenguaje oral, predominante en nuestra sociedad. 



La mayor dificultad radica en aquellas personas que perdieron la audición de forma grave o profunda antes de adquirir el lenguaje. Una sordera profunda es mucho más incapacitante que una ceguera en edades tempranas. Si no reciben desde la infancia una educación y estimulación precoces se corre el riesgo de se asocie a un déficit intelectual. Pero ojo, no se deben confundir ciertos sonidos guturales de estar personas con una asociación a un déficit intelectual o a problemas de conducta. Tampoco se debe de pensar que son “sordomudos”, por no haber aprendido el lenguaje oral, ese es un concepto antiguo y equívoco. El sordo profundo no presenta ninguna disposición a la adquisición del lenguaje oral, por lo que puede ser una tarea muy complicada y prolongada en el tiempo. Podríamos extendernos en las amplísimas particularidades de la comunidad sorda, pero para eso os dejo enlaces a dos muy buenos artículos. 


El segundo punto a destacar sobre la hipoacusia para comprender las alucinaciones en estos pacientes es el lenguaje de signos. Todos los niños, sordos o no, inician un lenguaje de señas previo al lenguaje propiamente dicho; es una manera fácil de comunicarse con sus padres. El desarrollo de la gramática de lengua de signos se produce a la misma edad que la adquisición de la gramática del habla, con la diferencia que la cantidad de “palabras” o “conceptos” es inferior en niños sordos, que con 5 años conocen unas 50-60 palabras mientras que un niño oyente domina unas 3000. Con el tiempo el niño aprenderá una lengua completa con la que poder expresarse por completo, pero lo que no puede pretender el oyente es que la lengua de signos tenga una traducción literal al lenguaje verbal. Es más, en algunos conceptos se podrán expresar de manera más precisa que una persona con lenguaje verbal. Pero un sordo profundo de nacimiento no podrá comprender ciertos conceptos como el sonido, pues jamás lo habrá experimentado. 



Si una persona no llega a expresarse bien, no podrá pensar bien. Si no se educa a un sordo en algún tipo de lenguaje según el grado de hipoacusia que tenga, no dispondrá de todas las formas de reflexión que se estructuran desde el lenguaje. Indicará acciones u objetos con gestos, pero sin poder profundizar. A través del lenguaje aprendemos a expresar los afectos, las necesidades y los intereses, teniendo una función social muy importante. El que no adquiere lenguaje ve capada estas facetas de su vida. 


Lo más curioso de los sordos que utilizan desde la infancia el lenguaje de signos es que a nivel neurológico, a pesar de ser un lenguaje “visual” utilizan las mismas áreas del lenguaje que el oyente, por lo que más que áreas auditivas o del lenguaje oral, son áreas lingüisticas. La recepción de señales se hará en su área cortical correspondiente (en la zona occipital lo visual y temporal lo auditivo), pero se ha demostrado que áreas que creíamos puramente auditivas se reasignan para lo visual en individuos sordos que utilizan lenguaje de signos. ¡El cerebro es pura plasticidad! Además la competencia lingüística está codificada genéticamente y se desarrollará según las necesidades del individuo.



1 comentario:

  1. Es un post muy muy interesante, al igual que su segunda parte. La verdad es que es algo que no me había planteado nunca -en parte también porque todos los pacientes sordos o casi sordos que he conocido son los típicos abuelitos que han perdido audición a lo largo de la vida y por ello sí saben lo que es una voz-, y esta entrada me ha hecho reflexionar. Seguiré investigando sobre el tema. ¡Muchas gracias por este post, es genial!

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